El análisis de las diferencias en el comportamiento de varones y mujeres ha llevado a muchos
investigadores a tratar de establecer similitudes en la estructura cerebral que fundamentasen
esta variabilidad de comportamientos. A las diferencias constatables en las estructuras
anatómicas y fisiológicas, se suman las nuevas revelaciones sobre las variaciones genéticas
ligadas al sexo, que lejos de limitarse a los cromosomas sexuales, se extienden, de momento, a
cerca de 6500 genes.(1) ¿Qué influencia puede ejercer esta variabilidad genética sobre la
estructura y funcionamiento de nuestros cerebros y, por tanto, en nuestro comportamiento?
Tratar de determinar esto frente a al influjo ambiental –entorno, educación, cultura-, es hoy
objeto de amplio estudio.
Desde hace décadas, se han analizado los cerebros de ambos sexos tratando de definir rasgos
diferenciales que explicasen esta variabilidad. La simple observación de diferencias anatómicas
constituía, hasta hace poco, el único dato para establecer las causas del comportamiento
diferenciado por sexos. Pero las nuevas técnicas de neuroimagen, que proporcionan una valiosa
información sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, más allá de su estructura, e incluso de
la forma en que se conectan las redes neuronales que lo constituyen, están aportando una nueva
perspectiva para dilucidar las bases de estas diferencias.
Diversos grupos de trabajo han ofrecido resultados, no siempre coincidentes, de los que
analizamos en este informe los que nos parecen más significativos.
Diferencias estructurales ligadas al sexo
Diversos trabajos han evidenciado diferencias estructurales en diversos núcleos cerebrales en
amplias zonas, tanto corticales como subcorticales, como se describe en el primer meta-análisis
llevado a cabo sobre este tema, en el que se incluyen datos obtenidos entre 1990 y 2013.(2)
En él, se muestra que existen diferencias sexuales regionales en los cerebros masculino y
Cerebro masculino y femenino: ¿iguales o diferentes?
femenino, en cuanto al volumen y densidad tisular, en la amígdala, el hipocampo y la ínsula,
áreas que se sabe que están implicadas en afecciones neuropsiquiátricas relacionadas con el
sexo. En conjunto, estos resultados sugieren la existencia de regiones candidatas para investigar
el efecto asimétrico del sexo en el cerebro en desarrollo y para comprender las condiciones
neurológicas y psiquiátricas diferentes según el sexo.
En relación con ello, Eric M Prager, en un Editorial del “Journal of Neuroscience Research”,
afirma que “el sexo juega un papel, no solo a nivel macroscópico, en donde se ha constado que
los cerebros de varones y mujeres difieren no solo en tamaño, sino también a nivel
microscópico”.(3) Así mismo, en otro trabajo publicado en la misma revista, se destacan las
diferencias sexuales del cerebro en todas las escalas, desde las diferencias genéticas y
epigenéticas, hasta las diferencias sinápticas, celulares y de sistemas, diferencias que se
mantienen a lo largo de la vida.(4) Por ello, éstos y otros autores, afirman que tener en cuenta
el sexo es importante a la hora de interpretar los resultados obtenidos en la investigación
científica y médica, y que ello habrá de valorarse en los estudios clínicos que se realicen (4)(5),
lo que es refrendado por los Institutos de Salud norteamericanos (NIH).(6) (Ver AQUÍ).